La iglesia no es un producto histórico fortuito, un capricho de la historia, al menos desde su punto de vista. Los que no pertenecen a ella, por el contrario, suelen considerarla una organización con poder y propiedades, parecida a una empresa, solo que sus directores de departamento van por ahí con traje talar. El papa León el Grande dijo una vez que, para comprender un poco a esta Iglesia, para entenderla aunque sólo fuera de lejos, había que deshacerse antes de la “oscuridad de los pensamientos terrenales y del humo de la sabiduría mundana”.
Joseph Raztinger:
Bueno, se puede vivir la Iglesia en planos muy diferentes. Podemos considerarla de forma puramente institucional, como una de las instituciones existentes en el mundo, o contemplarla desde un punto de vista puramente sociológico. Desde luego, si sólo la analizamos desde el punto de vista institucional, siempre nos quedaremos en la superficie.
Creo que una de las tentaciones de esta sociedad nuestra, muy activa y racional, es hacer accesible la Iglesia mediante comisiones, gremios y deliberaciones. Se la querría hacer más manejable y más práctica, convertirla en cierto modo en una obra humana, en la que algunas mayorías acabasen decidiendo lo que en realidad hay que creer o no, o cosas por el estilo. Pero de este modo se alejaría cada vez más de sí misma y ya no alcanzaría el núcleo de lo viviente, y mucho menos de lo divino.
En mi opinión, para entender bien a la Iglesia hemos de contemplarla sobre todo a partir de la liturgia. Ahí es donde es más ella misma, donde es continuamente tocada y renovada por el Señor. Porque en la liturgia tenemos que vivirla a partir de la Sagrada Escritura, de los sacramentos, de las grandes oraciones de la cristiandad. Y precisamente así se puede, como dice León el Grande, limpiar poco a poco el humo que hace el aire irrespirable y quitarnos los granos de arena de los ojos para ver mejor.
Entonces comprenderemos que la Iglesia es mucho más profunda. Que forma parte de ella la comunidad de los santos, la comunidad de los que nos han precedido, incluyendo a los santos desconocidos y sencillos. Que vive en el interior de numerosas personas creyentes que están íntimamente unidas a Cristo. Cristo es la fuerza constante que vivifica esa vid y la hace fructificar. En este sentido, la autenticidad de la Iglesia trasciende con creces lo que se puede recoger mediante estadísticas o ejecutar mediante resoluciones. Es un organismo cuyo ciclo vital procede del mismo Cristo.
Conversación
del libro DIOS Y EL MUNDO (Editorial Galaxia Gutemberg), páginas 324-325.
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