domingo, 22 de julio de 2012

Dios y la Iglesia

Peter Seewald:
Muchas comunidades cristianas parecen cansadas. Con frecuencia falta el espíritu, el valor de pensar lo insólito más allá de las opiniones habituales y de los modernismos, de querer defender siquiera los fundamentos de la fe. A muchos de los cristianos imbuidos del espíritu de la época les encantaría formar parte de una empresa de servicios que se enterase de las necesidades de sus miembros por encuestas de opinión. Incluso a algunos obispos parece haberles abandonado el Espíritu Santo hace mucho tiempo.
¿No podría suceder también que alguna vez haya que decir: <>? Y quién sabe, ¿por qué no iba a ser posible que Dios abandone a su Iglesia, que se canse de ella y se retire, al menos temporalmente?

Joseph Raztinger:
El cansancio de la Iglesia existe, y sin duda también el fenómeno de <>, como dice el Apocalipsis. Recordemos el siglo XVI. Las monografías existentes al respecto revelan qué adaptable era la Iglesia establecida, que débil la fe de los obispos. Y es que se habían convertido en parte del sistema, en cualquier caso no estaban en condiciones de ser testigos vivientes de la fe, ni de arrostrar el martirio. Ellos observaron cómo se abría uno paso de la mejor manera posible y, en el mejor de los casos, intentaron evitar lo peor. Y mientras tanto Iglesia casi se durmió, a punto estuvo de desaparecer.
Situaciones similares podrán repetirse siempre. Entonces el Espíritu Santo nos avergüenza enviando de repente la necesaria renovación de un sitio completamente distinto. Las fuerzas renovadoras de su tiempo surgieron entonces en Teresa de Ávila, en Juan de La Cruz, en Ignacio de Loyola, en Felipe Neri y en algunos otros. Su nuevo impulso sorprendió y asustó primero a la institución, pero, en última instancia, se reveló como el punto de partida de la auténtica renovación.
El cansancio de la Iglesia existe, desde luego. La Iglesia puede incluso cansarse en zonas culturales enteras y también caer. En las cartas a las siete iglesias, que señalan ejemplarmente el futuro, el Apocalipsis advierte: <>. De hecho, bajo las tormentas del Islam, no solo desapareció la floreciente Iglesia de Asia Menor, que fue en su día parte esencial de la Iglesia, sino también la del norte de África. Como es natural, allí también colaboró la violencia de los conquistadores, el aplastamiento de sectores enteros de la población; no pretendemos lanzar aquí denuncias simples contra una Iglesia cansada. Pero con todo, puede suceder.
La promesa de Cristo -<>- no significa tampoco que cada diócesis tenga la seguridad de que durará eternamente. Aunque sí que la Iglesia como tal será su ámbito vital, su organismo, su cuerpo, su cepa hasta el regreso del Señor.

Conversación del libro DIOS Y EL MUNDO (Editorial Galaxia Gutenberg), páginas 341-343.

No hay comentarios: