Muchas comunidades cristianas parecen cansadas. Con frecuencia falta el espíritu, el valor de pensar lo insólito más allá de las opiniones habituales y de los modernismos, de querer defender siquiera los fundamentos de la fe. A muchos de los cristianos imbuidos del espíritu de la época les encantaría formar parte de una empresa de servicios que se enterase de las necesidades de sus miembros por encuestas de opinión. Incluso a algunos obispos parece haberles abandonado el Espíritu Santo hace mucho tiempo.
¿No podría suceder también que alguna vez haya que decir: <
Joseph Raztinger:
El cansancio de la Iglesia existe, y sin duda también el fenómeno de <
Situaciones similares podrán repetirse siempre. Entonces el Espíritu Santo nos avergüenza enviando de repente la necesaria renovación de un sitio completamente distinto. Las fuerzas renovadoras de su tiempo surgieron entonces en Teresa de Ávila, en Juan de La Cruz, en Ignacio de Loyola, en Felipe Neri y en algunos otros. Su nuevo impulso sorprendió y asustó primero a la institución, pero, en última instancia, se reveló como el punto de partida de la auténtica renovación.
El cansancio de la Iglesia existe, desde luego. La Iglesia puede incluso cansarse en zonas culturales enteras y también caer. En las cartas a las siete iglesias, que señalan ejemplarmente el futuro, el Apocalipsis advierte: <
La promesa de Cristo -<
Conversación del libro DIOS Y EL MUNDO (Editorial Galaxia Gutenberg), páginas 341-343.