Que estamos en crisis ya no lo niega ni el solemne que mora en la Moncloa; que esta nuestra crisis está relacionada con la crisis de confianza provocada en el mercado financiero internacional por los paquetecitos de activos tóxicos con sorpresa “subprime” incluida, no creo que lo haya negado nadie nunca. Pero que esta nuestra crisis tiene su origen, y por tanto su fin, en causas exteriores ajenas a nuestra responsabilidad es una de las mayores falacias que se pueden verter sobre el análisis de las causas y que, de comprar esta mercancía, supondría un obstáculo infranqueable en la búsqueda de las soluciones apropiadas para salir de la misma.
De las crisis, por duras que sean, se sale si se hacen las cosas bien, no hay crisis que cien años dure ni nación que lo aguante; pero si se hacen mal se alarga innecesariamente el sufrimiento de los ciudadanos que las tienen que soportar y resulta obvio que se gestiona rematadamente mal la crisis cuando se está más pendiente de convencer al electorado de que después de cinco años de desgobierno los culpables son otros: la oposición, el mercado, la sequía, la crispación, el ladrillo, los bancos, la Iglesia . . . o el nasciturus castigado con la pena capital.
No son pocos los que, como Casandra en Troya, vienen advirtiendo que la crisis económica española está enraizada en otras crisis que no por ser de distinto cariz son menores y que se presentan como un lastre que viene a impedir la pronta recuperación de la que al afectar al bolsillo aparece como la madre de todas las crisis: la económica, la del crédito, la del empleo, la del consumo, la material . . . pero que en mi modesta opinión no es más que el efecto de otras de las que algo se comentará en futuras entradas de lacomunidadelvino.
La primera y fundamental es la crisis de identidad, elevada a categoría desde el momento en que el presidente por accidente vino a decir aquello de que “el concepto de nación (española, claro) es un concepto discutido y discutible”.
Si el Presidente del Gobierno de la Nación, o como se lee en los carteles propagandísticos de cada obrita del Plan E: Gobierno de España, se permite pronunciar semejante disparate que podríamos tildar, sin temor a equivocarnos, como traición a la patria y no es obligado a dimitir por el clamor popular, por una moción de censura en el Congreso de los Diputados, o por una reconvención pública del Jefe del Estado (a título de Rey) . . . ¿Nos ha de resultar extraño que nos crezcan los separatistas por los cuatro costados y encima mantenidos con el dinero de todos los contribuyentes? ¿Nos ha de resultar extraño que nuestros discentes sean educados en el odio a España reinventando una historia común desgranada, ahora, en historietas propias de las neo taifas? ¿Nos ha de resultar extraño que se pretenda excluir de la vida pública, en Cataluña, Galicia, Valencia, Baleares o Vascongadas, la lengua que nos une por las que nos diferencian? ¿Nos ha de resultar extraño que sea difícil o casi imposible encontrar nuestra bandera en buena parte del territorio nacional? ¿Nos ha de resultar extraño que se procure el consumo de productos locales frente a productos españoles? ¿Nos ha de resultar extraño que con cargo a los Presupuestos Generales del Estado se abran embajadas, legaciones o chiringuitos de CC. AA. en otros países? ¿Nos ha de resultar extraño que los caciques locales confundan en sus peroratas, una y otra vez, país con región? . . . puede seguir el lector hasta el infinito y más allá.
Pues bien, damas y caballeros, niños y niñas, vascas y vascos vamos al fútbol, motor de nuestras vidas ¿Ha resultado extraño que se abuchee, insulte, menosprecie, silbe, ofenda o se mortifique a toda una nación empezando por su máximo representante y acabando por su bandera y por su himno?
¡No hombre no!, hubiese resultado extraño si antes de la fatídica final de la Copa del Rey, paradigma de nuestra crisis de identidad, no hubiesen sucedido los acontecimientos que paso a enumerar:
El acceso a la presidencia del F. C. Barcelona de un separatista confeso.
Sus manifestaciones a los medios de comunicación diciendo que él pertenece a “una pequeña nación que está entre España y Francia” (¿Se referirá a Andorra?).
La bochornosa actitud, reiterada, de que los jugadores de las categorías inferiores del club sean obligados a quedarse en el vestuario mientras suenan los himnos nacionales de los equipos en competiciones internacionales.
La burda propaganda/reivindicación separatista del mapa de los países catalanes sobre el césped del “Nou Camp”, acompañada de pancartas con el socorrido “Catalonia is not Spain” y con el sonido coral de fondo de “puta España”.
Las declaraciones del filósofo/historiador/delantero Henry sobre algo que ha aprendido aquí “que es evidente que Cataluña no es España”. Si un jugador español, ya fuere saharaui o cacereño, y jugando en Francia tuviese la osadía de decir que Córcega no es francesa sería arrastrado a la frontera por una multitud encabezada por la Bruni, con los pechos al aire (menuda es ella), como en la representación pictórica del asalto y toma de La Bastilla.
Y aquí, ¿qué hacemos? Tragamos, bochornosamente, con lo que nos echen. Desde el primero de todos los españoles, el Rey, que está más pendiente de no sufrir un ERE que de ofrecer dignidad a su patria y no dice que esta boca es mía. Pasando por el gobierno y la oposición, hasta los gloriosos medios de comunicación, que pierden el culo para suplicar unas declaracioncitas después del partido al “Henry and company”.
Eso sí, te encuentras por todas las esquinas supuestos ciudadanos que se expresan de esta o de otra guisa parecida: “bueno sí, pitaron, pero el Barcelona jugó muy bien”, “yo me quedo con el fútbol, lo demás no me importa”, “¡hombre no fueron todos!”, “esto es un deporte, no hay que dar importancia, no hay que hacer política” o el estratosférico y concluyente “soy español, de derechas y del Barça ¿qué pasa?”. ¡Nada Hombre! No pasa nada y si pasa se le saluda. Que la fuerza nos acompañe . . . porque somos huérfanos de cualquiera de entre las virtudes propias del patriota.
¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje! (Unamuno).
5 comentarios:
Mas razón que un santo.
A nuestros "queridos partidos políticos" solo les importa la economía, por lo menos al PP, lo demás no le dan importancia, idioma, identidad.......
Cuando se quieran dar cuenta les habrán comido la merienda, a ellos y a nosotros claro.
Hoy a mi el futbol no me interesa, no juega España ni nadie que nos represente.
Ah! y si que son todos!! el que aplaude al Barça, aplaude las fotos de su presidente con la senyera independentista al cuello, y a todos los nazis que portan el tan manido "Catalonia is not Spain".
Lo de que Gilgado tenga "mas razon que un santo" esta lejos de la realidad (por lo de razon no, que la tiene), pero que lo que nos hace fuertes financie nuestra destruccion es real. De tan democraticos hemos llegado al extremo del individualismo. Cada dia que pasa esta mas claro que Espana, si, si Espana, es como un nino, necesitamos un padre. Si ese padre es ZP, o cualquier otro politico actual de los que son "presidenciables", pues es lo que hay!.
A mi me ensenaron que uno tiene lo que se merece. Nuestra apatia a dado sus frutos, y son venenosos, es decir, nos van a matar.
Sinceramente, creo que no habría que tenerle miedo al separatismo. "¡que se vayan!"
Tan sólo pondría una condición, cláusula eterna: "¡y que no vuelvan jamás!"
Debemos reiventar España para sacarla de sus cenizas y para ello nada mejor que "soltar la grasa". En la España que todos los españoles creemos y queremos, sobran los que no quieren estar.
Y si con esto nos quedamos solos, pues ¡ancha es Castilla!
Te falta decir que en entreviata a Puyol en a3, le preguntan sobre un país para vivir? Su respuesta fue CATALUÑA. Pero va a Sudafrica a jugar con la selección española. Lo mismito que los políicos separatistas, independencia pero pagando los españoles. Gentuza con más cara que espalda. Y todavía hay algún español del FC Barcelona?
Una que escribe que lleva la derecha en las venas desde que nació, está viendo en este pais mucho más que una crisis de identidad, aquí existe crisis de autoridad, de liderazgo, de principios, de sistema, y de todo.
Qué puede esperarse de un pais donde los sindicatos mantienen el discurso trasnochado de la lucha de clases? donde las entidades financieras están cargando sobre los todavía supervivientes de nuestra cruenta economía todos los agujeros que mantienen y que ellos mismos han generado, cobrando diferenciales de 9 puntos por encima de un euribor que no sirve para casi nada excepto para justificar un banco central europeo inútil y que llegó tarde a todo? de un gobierno que consiente esa usura propia del medievo pero no de un siglo XXI? de un pais donde no existe la libertad de expresión y los seis canales de televisión que existen son los canales de difusión del gobierno? de un pais que destruye pymes a diario mientras los sectores estratégicos como electricidad, telecomunicaciones, petroleras, manejan precios a su libre albedrío y amasan márgenes descomunales?
de un país que tiene un porcentaje importante de ciudadanos que están pasando hambre?
Carlos Marx tenía razón en muchas cosas. Yo sigo considerándome de derechas, pero este país, este mundo, así como está diseñado, no va a ninguna parte.
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