"El puente de los espías" es una película que los de Podemos no pueden ver.
Hay un momento en el que aparecen los inicios de la construcción del muro de Berlín en 1961, ese "telón de acero" que el comunismo precipitó sobre Europa, para no dejar salir en vez de para no dejar entrar. Es curioso que otros dos muros célebres, como el de Adriano y la gran muralla china, e innumerables menos o nada conocidos a lo largo de la Historia, han servido y sirven para evitar que se entre, en vez de para evitar, como evitaba este muro de la vergüenza, que se pueda huir . . . del paraíso comunista.
Pero la película, que relata hechos sucedidos, enfrenta dos modelos políticos, dos formas de entender la sociedad; la preponderancia del individuo frente a la preponderancia del Estado, o su traducción: la persona como ciudadano o la persona como súbdito.
El marxismo y sus turbamultas puño en alto pregonan la lucha de clases entre proletarios y burgueses. Para que la revolución triunfe y la dictadura del proletariado nos haga felices, aquí en la tierra y luego en el cielo, se tiene que dar una circunstancia que parece no se alcanzó en el paraíso soviético, ni en el asiático, ni en el sudamericano. Esto es que la economía funcione estupendamente y el partido pueda repartir y haya "de to . . . pa toos". Pero, vaya por Dios, la realidad es testaruda y cuando se cambia la cultura del esfuerzo por la del igualitarismo a la gente le da por no esforzarse y la cosa no funciona.
Sin embargo no contentos con el fracaso mayúsculo que ha supuesto ese modelo económico y social, los nuevos comunistas han decidido asaltar el cielo que la economía de libre mercado ha conseguido en los países que resistieron al asalto bolchevique de la primera mitad (y pico) del siglo pasado.
Una de las bases fundamentales por las que las democracias liberales han conseguido las mayores cotas de progreso en la Historia de la humanidad es la separación de poderes y la seguridad jurídica que conlleva. Cuando no hay tal separación, cuando el poder judicial está supeditado al poder ejecutivo y la seguridad jurídica no es tal, las reglas no están claras o no son de obligado cumplimiento para todos, la economía de libre mercado se tambalea. En España tenemos suficiente experiencia al respecto desde que el PSOE, en 1985, nos coló la Ley Orgánica del Poder Judicial que, por cierto, el PP no ha modificado aunque lo llevaba el el programa que le alzó al poder por vez primera en 1996.
Esta seguridad jurídica, este imperio de la Ley, no sirve exclusivamente para el funcionamiento del modelo económico de libre mercado, más o menos intervenido, sino que es necesaria para garantizar los derechos de los ciudadanos. En la película se nos muestra como en un sistema el reo tiene el derecho a la defensa, a las garantías procesales y a un juicio justo, y en el otro sistema el procedimiento judicial es pura ficción.
Es por ello que los de Podemos no pueden ver esta película, porque su modelo es el de su anhelada segunda República, el del golpe del 1934, el de los tiempos en que el PSOE estaba en la internacional socialista dirigida por Stalin, el de la Cheka y el del Gulag . . . el del puño en alto.