Entre otras cosas se despacha, el editorialista, con el siguiente párrafo que debería ser colocado en el frontispicio de todos los centros comerciales, grandes superficies, estadios de fútbol y demás lugares de afluencia masiva, si los hubiera: ". . . en cualquier caso, los niños no son propiedad de los padres y un Estado democrático y aconfesional tiene la obligación de organizar la enseñanza teniendo en cuenta lo que beneficia a su formación integral, a veces al margen de las preferencias particulares de los progenitores o de sus iglesias." ¡Con dos cojones! (el entrecomillado es del editorial; la expresión de la RAE y mía).
Dice Nicolás Gómez Dávila, en su libro de escolios, que "la prensa de izquierda le fabrica a la izquierda los grandes hombres que la naturaleza y la historia no le fabrican", y esto lo dice el filósofo colombiano porque no lee (falleció en 1994) la prensa progre de España; porque si así lo hubiera hecho tendría que añadir que además le fabrica el discurso, el programa y el chascarrillo.
¿Así que los niños no son propiedad de los padres? ¡Pues claro que no! Uno es propietario de su coche, de su vivienda o de sus gafas de sol, pero no de sus hijos. La naturaleza jurídica de las relaciones paterno-filiales no tiene que ver con la propiedad; tampoco con el uso, ni con el alquiler. Aviso para navegantes por las procelosas aguas de la progresía.
Pero no metamos el dedo en el ojo del editorialista, quizá quería decir que los padres, como individuos, no son quién, comparados con la magnificencia del colectivo, del Estado. Quizá quería decir que la responsabilidad de la educación de los hijos no podía quedar en manos de cualquier pelagatos. Quizá no reparó al parir su texto en el Título VII del Código Civil, de las relaciones paterno-filiares; en cuyo Capítulo Primero, Artículo 154 recoge: "Los hijos no emancipados están bajo la potestad de los padres . . . Esta potestad comprende los siguientes deberes y facultades:
Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral. Representarlos y administrar sus bienes."
Hombre la verdad es como para pensárselo. En esta situación de crisis, en la que nos han metido los camaradas y compañeros mártires de "El País", podría ser una salida que papá Estado acompañase, alimentase, educase . . . etc., a nuestros vástagos, mientras los papás biológicos emigramos en busca de trabajo. Y de paso que papá Estado asuma lo que recoge la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, que nos recuerda que los padres responden civilmente de manera solidaria por las acciones u omisiones de sus hijos, al señalar literalmente su artículo 61.3 que, "cuando el responsable de los hechos cometidos sea un menor de 18 años, responderán solidariamente con él de los daños y perjuicios causados sus padres, tutores, acogedores y guardadores legales o de hecho, por este orden."
Dicho esto, le voy a informar a "El País", digno sucesor del oráculo de Delfos, de la existencia de otros dos Estados democráticos y aconfesionales famosos por cumplir, a rajatabla, con sus obligaciones de "organizar la enseñanza teniendo en cuenta" el beneficio de . . . los que gobiernan.
Esparta y su Agogé. A Licurgo y sucesores se les ocurrió que a partir de los siete años, el niño debía ser educado por el Estado. Se rompía todo vínculo con la familia natural y era distribuido, junto con el resto de niños, en "agelai" (rebaños).
Y la URSS y su adoctrinamiento. ¿Qué decir de la Patria del Socialismo y de su educación "al margen de las preferencias particulares de los progenitores y de sus iglesias"? Nada, que hable el "Archipiélago Gulag" de Alexandr Solzhenistsyn: "La persona que creía poseer la verdad espiritual debía ocultarla… ¡a sus propios hijos! En los años veinte la educación religiosa caía en el artículo 58-10, es decir, ¡propaganda contrarrevolucionaria! Cierto es que el tribunal daba la posibilidad de abjurar de la religión. Aunque no era frecuente, podía darse el caso de que el padre abjurara y se quedara al cuidado de los hijos mientras la madre era enviada a Solovki (en estas décadas, las mujeres demostraron tener una fe más firme). A todos los creyentes les echaban diez años, la pena máxima en aquel entonces."
Pues eso que "las reformas del PP generan inestabilidad en el sistema educativo" y la editorial que nos ocupa genera inestabilidad en el sistema solar, cansado de alumbrar a tanto ingeniero social enemigo de la libertad.
¡Salud camaradas!